18 de junio de 2008

Tercera etapa

Tercera etapa: Bernardos-Puente Duero (Valladolid)

Amanecemos a las 8:00, -hemos dormido como niños-, después de recoger y desayunar, nos ponemos en marcha dirección Migueláñez, deciros que a esta hora los guantes de invierno me resultan insuficientes para la temperatura reinante. Salimos del pueblo por una carretera comarcal ligeramente descendente, rápidamente, cruzamos Migueláñez y continuamos. Una brisa nos recibe, ya, en campo abierto la sensación de frío aumenta y se apodera de nosotros, continuamos, tomamos dirección Navas de la Asunción, recorremos los 12 kilómetros por carretera entre campos agrícolas y pinadas, decir, que son muy abundantes por ésta zona.

Una vez atravesado Navas, decidimos seguir por caminos de tierra, y así, poder disfrutar de las increíbles vistas. El cielo, el campo, los pinos, etc. ciertamente, todo el paisaje es un verdadero placer para los sentidos. Vamos entrando de lleno en una de las numerosas pinadas, el camino atraviesa zonas de tierra muy fina y arenosa (verdadera arena de playa en mitad de castilla), mantenerse sobre la bicicleta es prácticamente una proeza y, con todo, avanzar resulta una tarea casi imposible y requiere un desgaste enorme. Aun así, aprendemos a disfrutar del entorno y a disfrutar del Camino a pesar del esfuerzo. Este trozo va describiendo un rodeo hasta llegar a Coca, último pueblo de la provincia de Segovia, por carretera hubiese sido más directo y menos fatigoso, pero seguro que no tan divertido ni emocionante.

Poco a poco divisamos el pueblo, ya en él y al ser sábado, los sellos hay que pedirlos en el bar, la iglesia y el ayuntamiento están cerrados. Rápidamente dejamos atrás Coca, para seguir nuestro Camino, bajamos un fuerte rampa y salvamos, de nuevo, el río Eresma, ahora toca subir y la rampa cargada de barro resulta exigente, metemos todo el desarrollo a la primera de cambio y subimos despacio, -sin darnos cuenta, estamos aprendiendo que en rutas de este estilo, hay que saber ser conservador y saber ser paciente- así, vamos dosificando de manera natural y regulamos los esfuerzos, de esta manera, podemos controlar mejor las distancias y podemos responder mejor a los imprevistos.

Seguimos atravesando pinos que nos protegen ligeramente del frío viento que entra de costado y a veces de cara, la señalización por esta zona es buena y no tenemos mayores problemas en encontrar las distintas marcas del Camino, como flechas, azulejos con la concha, hitos y alguna que otra tira de plástico en lugares donde es difícil la señalización. A nuestra derecha el río ha formado una garganta de cierta belleza, así pues, no dudamos en deleitarnos con el paisaje, así, como de la compañía de alguna que otra ardilla.

El Camino deja atrás la pinada y salimos a campo abierto, aquí el viento hace daño, pero tanto las vistas de un cielo inmenso con un sin fin de nubes, entre las que se deja ver el azul del cielo como los campos de cultivo forman un increíble paisaje que nos acompañará durante buena parte del recorrido.

En este punto entramos humildemente en Villeguillos, provincia de Valladolid, llegamos hasta la iglesia, que estando cerrada, nos obliga a ir a algún bar a por un nuevo sello, para mi sorpresa antes de que nos bajemos de las bicicletas una señora ha salido a nuestro encuentro, ésta, de talla mediana, cuerpo robusto, morena de cabellos y de tez oscura –sin duda, lo que más me llama la atención es su sonrisa-,así, nos pide fervientemente que hagamos algo por ella, a lo que nosotros contestamos que sí, sin pensarlo. La amable y risueña señora nos pide que dejemos una nota en el bar, debido a nuestra condición de peregrinos, a cambio ella nos invita al té. Ante tal ofrecimiento me falta tiempo para entrar en el bar y comenzar a escribir unas pocas líneas. La señora, de nombre Mabel, tiene la costumbre de colgar las notas en un tablón, donde podemos leer las diferentes notas dejadas por los peregrinos que han pasado anteriormente por este lugar.

Poco a poco, tomamos confianza con la gente del bar, hasta el punto que pasamos un rato largo de verdadera fiesta, el marido de la señora es un auténtico argentino de buen hablar, así que, no nos faltan temas ni motivos por el que entablar conversación y, así, departiendo, las bromas y las chanzas se hacen un hueco entre nosotros. Es un verdadero placer encontrar a personas con tanta vitalidad y con una sonrisa enorme y constante en sus rostros, deciros –que guardo especial recuerdo de este momento del Camino-, decidimos continuar no sin antes rechazar, muy a nuestro pesar, el ofrecimiento que nos hacen de que pasemos la noche allí, nos dicen – ¡que esta noche hay baile! -, y cierto es que nos íbamos a divertir, pero, llevamos pocos kilómetros y tenemos que continuar. Al final Mabel nos invita a los cafés, a las magdalenas y a unas botellas de agua para el camino, decidimos continuar, así pues, nos despedimos de esta maravillosa gente esperando cualquier día poder volver a verlos.

Salimos de Villeguillos y tomamos la Cañada Real de Madrid, también conocida como la de los gallegos, por ser éste el camino que tomaban los gallegos para trabajar en los campos de Castilla.

Seguimos entre pinos y en un punto del camino conocemos a John, es el primer peregrino que nos cruzamos, y el saludo y unas breves palabras son de obligado cumplimiento, es inglés, tiene una cierta edad que refleja en su lento pero seguro caminar, en ningún momento de nuestro diálogo pierde la sonrisa, -estoy empezando a darme cuenta de que: ¿no tendrá algo que ver, el Camino, con el que la gente muestre su lado más amable y cordial?, sin duda, así es-. Nos despedimos de John y más adelante nos encontramos con su compañero, un hombre de nacionalidad holandesa que toma clases de español a través de sus auriculares. Así pues, saludamos y continuamos la marcha, salimos de la pinada para cruzar una carretera y continuar por los caminos vecinales, mientras tanto no dejamos de comer fruta, frutos secos y alguna barrita energética.


Llegamos hasta Alcazarén y decidimos buscar un nuevo sello, de nuevo, un bar dejará su impronta en nuestra credencial, si es que sigue siendo sábado, -a pesar de que tengamos la sensación de llevar una vida por estos caminos-. Continuamos nuestra aventura y seguimos en busca de las flechas amarillas, seguimos entre pinos y claros con el río Eresma a nuestra derecha, dejamos a nuestra izquierda el caserío de brazuelas, en la que podemos ver un cruceiro a su entrada, en pocos kilómetros llegamos a la ermita de Siete Iglesias



Continuamos hasta atravesar el río Adaja, lo hacemos sobre un puente de piedra de bajo perfil, llegamos a una bifurcación, en la que observamos que ha habido mucho movimiento de tierra y, por tanto, no hay señales a la vista. Leemos la guía y resolvemos coger el camino de la derecha y después de una ligera ascensión nos adentramos en una nueva pinada, y ya, a lo lejos, vemos Valdestillas, el cansancio comienza a hacer acto de presencia.

Pasado el pueblo nos dirigimos lentamente a nuestro final de etapa Puente Duero, no sin antes completar una ligera ascensión, que se nos hace algo dura, para afortunadamente acabar la travesía de hoy cuesta abajo, y así, entrar en Puente Duero con cierto relajo.

En el pueblo hay un albergue de la Asociación Vallisoletana del Camino, una vez allí nos recibe efusiva y calurosamente, -no tengo palabras para describir la sensación que me produce tal recibimiento- Arturo, el hospitalero encargado del albergue, es un peregrino veterano y se encarga de mantener y coordinar todo lo que se refiere al Camino a su paso por la provincia. De esta manera nos recibe y nos repite constantemente que estamos en nuestra casa, - y de esa forma lo siento- Arturo consigue que rápidamente el albergue pase a formar parte de nosotros y, por tanto, que disfrutemos y cuidemos de él, se trata de una casa prefabricada con tres habitaciones, un salón, una cocina y un baño y con un futuro huerto, es un sitio humilde pero, sin duda, tiene algo especial y, ¡ya! , me siento como en mi propia casa.

Charlamos un rato con Arturo, que nos aconseja que Camino debemos seguir y qué cosas no nos debemos perder, de la misma forma nos invita a que comamos lo que queramos de la despensa del albergue, e incluso nos ofrece una copa de vino, -este hombre es increíble-, me digo; nos despedimos de Arturo hasta la mañana. Después de una ducha caliente y unos bocadillos, nos relajamos en el albergue y descansamos. Le hecho un vistazo al cuenta, y este me dice: 5 horas 27 minutos de pedaleo y 74,12 kilómetros recorridos.

Después, caemos redondos en nuestras literas.

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