6 de abril de 2010

Tercera crónica de la aventua "Cuba en bicicleta"

Después de pasar 5 increíbles días en el monte cubano de exploración espeleológica, disfrutando plenamente de, los mogotes viñaleros, de sus ríos y de las limpias y estrelladas noches caribeñas regresamos a Viñales donde volveré a encontrarme con los cicloaventureros vascos Anttón y Sabi. Y, así, felices e ilusionados, después de contarnos nuestras respectivas aventuras de los últimos días decidimos planear una nueva aventura ciclística, esta vez la idea es llegar a María la Gorda en la Península de Guanacabibes en el extremo más occidental de la isla.

De esta manera, y, al día siguiente, nos ponemos en marcha a eso de las 10 de la mañana. Nada más abandonar Viñales debemos salvar una serie de pronunciadas lomas –repechos- rodeadas de abundante y espesa vegetación, recorremos los duros 25 kilómetros que nos separan de Pinar del Río, capital de la provincia. Pinar es una ciudad bulliciosa y muy extensa donde recobramos energías a base de pizzas, jugos de frutas, dulces caseros y manises antes de atravesar por completo la ciudad en dirección oeste.

Compartimos las largas, bacheadas y estrechas carreteras con un gran número de camiones soviéticos, bicicletas que casi duplican mi edad, coches de diversas épocas y viejos carros de guajiros tirados por aún más viejos y cansados caballos. De esta forma atravesamos los extensos campos cultivados de tabaco que hacen famosa a esta provincia y superando 35 kilómetros más llegamos a la Playa Bocagalafre lugar en donde decidimos pasar la noche.

Bocagalafre es una típica y tranquila playa con pequeñas casas de verano que los cubanos no disfrutan en esta época, así pues, no dudamos en montar nuestro campamento bajo el techado del porche de una de ellas. La solitaria playa nos recibe con los brazos abiertos ofreciéndonos sus cristalinas aguas para el primer remojón caribeño que después del esfuerzo ciclístico del día resulta saber a auténtica gloria.

Después del baño cenamos algo de verduras, pan y fruta y preparamos un buen fuego alrededor del cual charlaremos largamente sobre la realidad y las contradicciones de la sociedad cubana, además de otros muchos e interesantísimos temas. La noche se nos echa encima y, después de disfrutar de un inmenso cielo estrellado, el cansancio del día va haciendo mella en nuestros cuerpos, así pues, decidimos acostarnos a una hora temprana.

A la mañana siguiente encendemos, de nuevo, el fuego para preparar unas infusiones que nos calienten y nos llenen de energía. En poco tiempo y a buena hora recogemos el campamento y nos ponemos en marcha, el plan del día sería recorrer los 75 kilómetros que nos separan de la próxima playa.

Antes de llegar a Sandino, y a una escasa hora de ruta, decidimos parar en un pequeño bar a recargar fuerzas, casualmente allí conoceríamos a tres alemanes cicloaventureros, una pareja fornida y su guía, éste último se llama Johanes y habla muy bien castellano debido a que lleva 20 años viviendo en Nicaragua cuidando y protegiendo 7 hectáreas de bosque. -Existen bonitas utopías y la de éste nuestro nuevo amigo es, sin duda, una de ellas.- La historia vital de Johanes es una auténtica aventura, nos cuenta que de joven viajó mucho pero que pronto se dio cuenta de que quería encontrar un lugar donde establecerse y, de esta manera, se unió al movimiento de solidaridad sandinista y ahora con algo más de 50 años reparte su tiempo entre Alemania y Nicaragua cuando no está guiando a otros cicloaventureros por toda Suramérica.

La relación entre la pareja y el guía no es muy buena ya que los primeros pedalean como si el diablo siguiera sus pasos mientras que Johanes disfruta pausadamente de los placeres de viajar en bici: compartir ruta, charla, frutas y refrescos son los verdaderos secretos de desplazarse de esta manera y, además, el ahora nuestro guía y amigo nos explica gracias a sus conocimientos naturales y sociales los secretos de la isla, secretos e historias que nos instruyen y amenizan profundamente nuestra marcha.


Después de despedirnos de Johanes y emplazar un nuevo encuentro en María la Gorda decidimos seguir nuestro recorrido hasta La fe, los 30 kilómetros que nos separan de éste pequeño pueblo me resultan muy duros, el sol pega fuerte y, además, arrastro un ligero catarro, que encima de la bici me pone las cosas más difíciles aún. A duras penas llegamos a La fe, donde buscamos el bar del pueblo para recuperar energías y descansar, son las 14h y llevamos hasta el momento unos 55 kilómetros. Recordando constantemente que no hemos hecho ninguna comida fuerte desde que salimos de Viñales, por eso el fantasma de una posible pájara amenaza nuestra marcha.

En la fe disfrutamos del humor y la vitalidad que sus gentes nos ofrecen así como de los servicios médicos públicos que recibo para atajar mi catarro, después de unas natillas caseras decidimos continuar camino ya que aquí la playa no ofrece una buena posibilidad para pasar la noche.

Echarnos, de nuevo, a la carretera supone muy probablemente tener que recorrer otra gran distancia hasta la siguiente playa. Lenta y pesadamente pasan las horas y con ellas los kilómetros. A eso de las 17h recorremos los últimos km. Hasta que llegamos a La bajada, un pequeño y humilde pueblo de pescadores, al final recorrimos 100 km. exactos en éste segundo día. Después de la paliza y rápidamente, buscamos un lugar en la playa donde acampar antes de que anochezca, preparamos un fuego y cocinamos pasta con tomate, la primera comida seria desde hace dos días. Después de saciar nuestro apetito se haría de noche y sin saberlo comenzaría mi verdadero calvario.

En estas playas cuando anochece sale un mosquito diminuto llamado Gen-gen que a simple vista parece no hacer nada, simplemente molestar. Sin notar nada extraño dormimos y recuperamos fuerzas en la playa. Los duros efectos del Gen-gen los conocería al cabo de 24 horas.

A la mañana siguiente ponemos rumbo a María la Gorda, apenas son 14 km. los que nos separan de un lujoso complejo hotelero a dónde llegamos con la intención de bucear y disfrutar de sus idílicas playas.

Sin demora, acuerdo un buen precio para mi primera inmersión en aguas del caribe donde, después de recoger: el equipo ligero, botella de aire, plomos y neopreno, me monto en el yate que nos llevará hasta el lugar elegido para la inmersión. El grupo de buceadores se divide en dos grupos en base a la experiencia. Hombres al agua!!, -grita el instructor-, después de casi año y medio me veo de nuevo en ese maravilloso lugar y fuente de paz que es el fondo del mar. A escasos 15 metros de la superficie y con una visibilidad excelente recorremos el impresionante arrecife de coral negro disfrutando de la infinidad de peces y flora acuática que abundan en él: barracudas, pargos, peces león y multitud de peces de colores nos acompañarían en nuestra inolvidable inmersión submarina.

-Sin ser consciente aún de los estragos que pasaría los días siguientes debido a las picaduras del Gen-gen.-

¡Saludos!

Eduardo.

4 comentarios:

Santi Val dijo...

Uoooooo!! gran crònica y mas grande aun la experiencia!!! Aunque esto último de la picada no me suena muy bien... A seguir rodando!!!

pablo.bk dijo...

Bufff, vaya intensidad, tú! me has quitado el aliento siguiendo tu multi actividad. Impresionante Eduardo, de veras que tus líneas se convierten en un sueño para el resto de los mortales, aunque ese bichito el Gen Gen, creo que va a darle un giro al idílico viaje que nos cuentas. Como no aguanto la espera, me voy a Internet ahora mismo a ver qué dice del susodicho mosquito, jeje.

Un abrazo fuerte y espero más noticias.

Unknown dijo...

Lo primero y más importante es que ya estés recuperado del todo. Magníficos paisajes, magnífica gente, pero has sudado sobre la bicicleta y te ha faltado un buen chuletón de ternera de ávila. Seguro que cuando vuelvas nos contarás muchas más cosas con más tiempo y tranquilidad. Avísame cuando vuelvas porque tengo un encargo para tí.
Änimo campeón.
Un fuerte abrazo
Nacho

Clara dijo...

Jooo menuda experiencia estas viviendo Edu, buff ni te imaginas la envidia que nos das, no tan solo a mi, si no a todos los seguidores que tienes.
Gracias por dedicarnos parte de tu tiempo en relatar esta vivencia, en cierta manera compartimos cada pedalada, cada picadura....

Se escribe Jején (también llamado flebotomo), es un díptero de menos tamaño que el mosquito, pertenece a la familia Simuliida, su picadura es mucho más irritante, este pequeño animalito abunda en las playas del mar de las Antillas y en otras regiones de América (aquí en Vallarta hay demasiados