14 de junio de 2008

Séptima etapa

Séptima etapa: Villadangos del Páramo-Ponferrada.

Villadangos es un pequeño pueblo agrícola con pocos servicios, ayer, nos dimos una vuelta por el pueblo para estirar las piernas antes de acostarnos,-curioso, pero no he visto tantos cuervos en ningún otro sitio como aquí-, “cenamos ligero” una crema de verduras… y un buen plato de cordero con patatas, ¡delicioso!, éste nos da fuerzas para la próxima etapa.

Ya de mañana, descansados y recogido el equipo, nos preparamos para afrontar otro duro día de Camino, son las 8:30 y nos ponemos en marcha, pero -¡aún no hemos desayunado!- le digo a mi compañero, el cordero nos ha dado energías, pero las tostadas no podemos perdonarlas, así que, en el siguiente pueblo San Martín del Camino, paramos en el primer bar para desayunar, tostadas, zumo y té. Por cierto, la chica que nos atiende es una belleza además de ser muy simpática, así que, charlamos de todo un poco a esta primera hora del día y nos despedimos, que apenas hemos comenzado y hay que continuar.

Tomamos un camino bastante decente que discurre paralelo a la carretera, éste nos lleva hasta Órbigo, deciros que posee un puente espectacular, tiene 21 arcos y pertenece a las épocas, romana, medieval, renacentistas y alguna más reciente, según dice la guía en el año 1434 tuvieron lugar las justas caballerescas de don Suero de Quiñones que, al no ser correspondido en amores por una dama, se comprometió a desafiar a cuantos caballeros europeos aceptasen su reto y a defender el paso del río hasta romper trescientas lanzas. Acabada la justa, don Suero se encaminó a Compostela a dar gracias al Apóstol y el puente recibió el título de Paso Honroso.


Así que, por momentos tengo la idea de emular a don Suero de Quiñones y batirme con cuantos caballeros fuese necesario por aquella doncella,-que recordaréis-, con tanta gracia nos preparó el desayuno. Aquí Tadeo, sabiamente, me para los pies y me saca de mi breve enloquecimiento, haciéndome recobrar el juicio y obligándome a continuar nuestra travesía.

Dejamos atrás el puente y mis pequeñas quijotadas y atravesamos Hospital de Órbigo (824m), aquí, aprovechamos para comprar fruta y algún que otro alimento. A partir de aquí dejamos de ver la carretera y nos adentramos por un camino a través del monte, el paisaje empieza a cambiar, se ven los primeros robles y los repechos se hacen frecuentes, hay alguna zona de cultivo, almendros, y alguna que otra encina.

Ya en Villares de Órbigo, diminuto pueblo donde no hay ningún servicio a excepción de la fuente del pueblo, decidimos buscar nuestro primer sello del día y cuál será nuestra sorpresa que al tocar el timbre del albergue, nos abre la puerta un hombre italiano diciendo que, -¡qué horas son estas de llamar, que son las 10 de la mañana!-, rápidamente nuestro amigo se descojona al ver nuestra cara de asombro, éste nos invita a pasar y a tomar un café, la verdad es que nos lo habíamos tragado,-vaya elemento- me digo, nuestro amigo italiano se llama Hércules, es un tipo de unos cuarenta años, con una enorme sonrisa en su rostro y siempre dispuesto a bromear, nos comenta que estará aquí hasta Septiembre de hospitalero y luego se irá a Tarifa, en ese instante me digo,- creo que este tipo sabe vivir bien-, después de echarnos unas risas con él decidimos continuar, nos comenta que la Cruz de Ferro es un “puertecito” de nada, -ya veremos-, le digo a Tadeo.




Así pues, continuamos hasta Astorga, primero alcanzamos San Justo de la Vega y poco después entramos en Astorga (900m). Me reúno con mi compañero en la plaza del ayuntamiento viendo a la pareja de maragatos en su reloj mientras doy cuenta de uno de los deliciosos hojaldres que hacen por esta tierra, además de los dulces compro ¾ kilo de frutos secos,- gran idea antes de comenzar el puerto. Eduardo, ¡estás hecho un lince!-, me digo.


Salimos de Astorga bordeando su gran muralla y tomando dirección Murias de Rechivaldo, ya, al fondo se divisan los montes de león, mientras que al norte nos acompaña aún la estampa de los Picos de Europa.

A partir de aquí el camino empieza a picar hacia arriba con cierta dureza, pasamos pequeños y diversos pueblos, además de varios grupos de peregrinos en su mayoría alemanes jubilados. Seguimos subiendo, aquí, dejo un poco rezagado a mi compañero, voy cogiendo ritmo y tengo buenas sensaciones, por el momento la temperatura es agradable y luce el sol, así que, por ahora, las condiciones son perfectas para atacar el puerto, continuamente me alimento y bebo, debemos llevar cerca de 40 kilómetros.



Dejo a mi izquierda un roble centenario, le llaman el árbol del peregrino, hago alguna foto y continuo, así, poco a poco, llego hasta el último pueblo antes de comenzar el puerto, Rabanal del Camino (1162m), este es un momento delicado, pues ya no habrá otro albergue hasta descender el puerto. Así, que tengo que tomar la decisión de hacer noche aquí o afrontar la dureza de la Cruz de Ferro hasta el final, así pues, las sensaciones son buenas y me decido por lo segundo, dejo atrás Rabanal, pequeño y bonito pueblo de casas de piedra muy bien conservado con numerosos albergues.


Son las dos de la tarde y llevamos 50 kilómetros y aparecen las primeras rampas del puerto, éstas las hacemos por un buen camino de tierra, cómodo y limpio, aquí me quito las mangas, el casco y me coloco el pañuelo en la frente, hace calor y la estufa se está encendiendo, meto los riñones, coloco la palanca y a subir, alcanzo a un alemán y decido pasarlo, al momento me sorprendo de que solo lleva una alforja y parece que vacía (!), -¡que raro!- me digo, en fin, a lo mío, que no es otra cosa que seguir subiendo, paciencia y a ritmo, curva a izquierda, curva a derechas, el alemán me sigue a cincuenta metros, al frente vemos cada vez más cerca los montes de león, hay algo de nieve, aquí el monte es una explosión de color, la flor de la escoba está en plena floración y el amarillo del campo es todo un espectáculo.



Sigo con la palanca y subiendo, bebo agua constantemente, sin duda, es el día que más calor nos ha hecho, por el momento los músculos responden así que sigo a buen ritmo, la carretera serpentea y con paciencia sigo subiendo, las rampas no son especialmente duras pero los kilómetros acumulados y el peso que llevamos se hacen notar,-hay que ser conservador-, me digo, pero sigo subiendo a ritmo, por fin, alcanzo el puerto de Foncebadón (1531m), breve descanso y después vienen algunas rampas duras que me obligan a levantarme de la bici, así, gano empuje y cambio de posición, por momentos, el trasero se va quejando después de tanto tute.



A partir de aquí entramos en la zona de El Bierzo, suave y corta bajada, y de nuevo, subida hasta la Cruz de Ferro (1500m), parada obligada para descansar, comer fruta y abrigarme para el descenso, al poco tiempo aparece el alemán, intercambio unas breves palabras en inglés y me doy cuenta de que lleva coche de apoyo, de ahí que no lleve equipaje, rápidamente nos despedimos y continuo, aquí las vistas son espectaculares, los montes, la luz del día, la altitud, el esfuerzo, en fin, continuo y rápidamente me doy cuenta de que todavía me queda algún repecho más que salvar antes del descenso, así que más paciencia, me digo, atravieso Manjarín, solo tiene un habitante, y dejo atrás un curioso albergue donde todo está dispuesto para el peregrino, café, té, galletas, vino, agua, etc. y lo mejor de todo es que no hay nadie que lo atienda, únicamente la buena voluntad de cada uno y un pequeño bote para dejar la voluntad, un sitio especial, sin duda.

Ya el descenso es increíble, hay curvas cerradas con mucho peligro, así que, decido tomármelo con calma y disfrutar, cruzo El Acebo (1140m), bonito y pequeño pueblo de montaña, poco a poco, llego hasta Riego de Ambrós (920m), aquí paro a relajarme con el ruido del agua a su paso por el magnífico puente que tiene Ambrós, así como de los cálidos rayos del sol, al rato decido tirar hasta Ponferrada, algún repecho me sorprende y hace que sufra un poco más de lo esperado, pero ya huelo Ponferrada y el albergue y con ello el merecido descanso, pero aun queda algún kilómetro.

Callejeo por Ponferrada antes de entrar en el albergue, una vez en éste, los estiramientos dan paso a la esperada ducha y, de seguido, el primer momento de descanso total del duro día. Al rato aparece Tadeo con cara de cansancio, no es para menos, después de pasar la primera etapa de montaña.

En el albergue compartimos habitación con dos peregrinos más, uno de ellos es realmente una máquina andando, se ha hecho 40 kilómetros, con el puerto de por medio, da la casualidad de que nuestros compañeros se llaman de forma parecida, uno es Robi y la máquina de andar es Robbi, mañana os los presento, ahora un breve vistazo al cuenta y a descansar, y éste dice: 88,62 kilómetros recorridos y 6 horas 12 minutos de pedaleo.

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